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Nombre de esquinas caraqueñas

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La Caracas colonial, era de arquitectura típica española,

Caracas colonial

con cuadras (manzanas de casas) delimitadas por calles rectas, horizontales y verticales, convergiendo en la plaza central donde se encontraban los tres poderes: eclesiástico, civil y militar. A cada esquina, se les dio nombres tanto de personajes influyentes de la colonia e independencia, como de santos y otros, producto del ingenio y leyendas del venezolano. Aquí contamos algunos de ellos


Esquinas de Las Ánimas

En el siglo XIX, surgió la leyenda que dio nombre a esta esquina, debido a que las calles oscuras y desiertas durante las horas nocturnas, avivaban la imaginación de las gentes. Dice la leyenda que a altas horas de la noche se podía escuchar un coro de voces fúnebres y monótonas, que entonaba el ave maría del rosario. Una vez un grupo de jóvenes se reunieron para pasar la noche en la oscura esquina y efectivamente, el canto comenzó: entonces varias figuras se materializaron en medio de la oscuridad envuelta en sábanas tan blancas como la nieve y lentamente desaparecieron de nuevo. “¡él espíritu de las almas en pena!!!” Sin duda alguna los jóvenes huyeron rápidamente y así quedó el nombre: Las Animas. Se creyó después que las “supuestas ánimas” eran un grupo de mujeres haciendo penitencia.

Esquina de Padre Sierra

Es una de las que mantienen el nombre desde hace más de trescientos años. Es en honor al capellán de las monjas Concepciones, Joseph Sierra, quién habitaba la casa de esa esquina. En 1766, hubo una epidemia y un terremoto; el padre de forma muy heroica poniendo en riesgo su propia vida, ayudo a curar a los enfermos de peste y a salvar gente de los escombros del terremoto.

Esquina de Angelitos

El Presidente venezolano General José Antonio Páez, [[1]] Tenía una aventura con una mujer casada, y para que no fuese encontrado in fraganti, apostaba en la esquina durante sus visitas a un grupo de guardias bien armados, esos “angelitos” dieron nombre a esta esquina.

Esquina el Chorro

Habitaban en la casa de esta esquina, dos hermanos llamados Agustín y Juan Pérez, originarios de las islas Canarias. Conocidos como los mejores guaraperos de la ciudad. (Guarapo, bebida de piña y papelón, o limón y azúcar moreno). Para evitar el desgaste de la puerta del establecimiento debido a su gran clientela, Agustín Pérez diseño un sistema para despachar las bebidas desde el interior de la casa, sin necesidad de que entraran los clientes. Estaba formada por una serie de grifos en la parte exterior y ranuras para introducir las monedas. Cuando el cliente metía el dinero, Agustín accionaba de una cadena, lo que permitía la salida de un chorro del guarapo seleccionado. Paríamos decir que esta fue la primera maquina de venta automática en Caracas. De esta manera esta esquina tomo su nombre: De un Chorro de guarapo.

Esquinas de Peligro a Pele el ojo

Estas dos esquinas van unidas en su historia. La de Peligro, debe su nombre a que estaba junto a un descampado lleno de arbustos, donde se ocultaban asaltadores que robaban a los transeúntes desprevenidos; Al otro lado un comerciante, abrió una bodega y pensando que nombre ponerle, ideó el de “Pele el ojo (abra el ojo), Peligro”. Cuando le preguntaban por el significado, contestaba “el peligro esta allí y yo advierto de él”.

Esquina Las Monjas

A principios del siglo XVII, hubo una viuda rica que decidió dedicar su vida y fortuna a la Iglesia. Ella era la dueña de la manzana entera donde había una casa de dos pisos. Hoy día se encuentra el Capitolio, (Sede del Congreso). La viuda convirtió su casa en el Convento de Santa Clara. Ella, sus cuatro hijas, tres sobrinas, y otras dos jóvenes, tomaron los votos como monjas de esa orden. La orden creció hasta que en 1760 ya existían 70 monjas. Es interesante notar que todas las monjas eran blancas, ya que la orden no aceptaba personas de sangre mestiza. Luego, en 1874 el presidente Antonio Guzmán Blanco[[2]], emitió un decreto prohibiendo todos los conventos y monasterios de Venezuela, alegando que "una República de finales del siglo XIX con ideal tan liberal, era inconcebible que existieran estos conventos donde la gente se encierra para toda la vida". Así que el convento Santa Clara fue cerrado, las monjas desalojadas y el edificio demolido.

Esquina De la Romualda

Romualda, era una humilde pulpera, que en 1824, tenía su pulpería cerca del puente Catuche. Era también muy buena cocinera y su famoso “Mondongo” era manjar de la elite caraqueña. Hasta el presidente de la República José Antonio Páez, disfrutaba de los suculentos platos que se cocinaban en el lugar. Tuvo abierto su negocio por 10 años, y los caraqueños bautizaron la esquina con su nombre en honor a los sabrosos platos que cocinaba.

Esquina El Muerto

Durante la guerra De Los Cinco (entre federales y centristas), las calles de Caracas eran escenario de batallas durante las cuales las gentes ajenas a estas, se encerraban en sus casas, quedando los heridos sin atención muriendo la mayoría. A la mañana siguiente, cuando la batalla terminaba, pasaban camilleros con un carruaje de caballos para recoger los muertos y darles cristiana sepultura. Un día, cuando estaban recogiendo a un cadáver, éste se levantó del suelo y con voz temblorosa les dijo " no me lleven a la tumba, que todavía estoy vivo". Los camilleros lo dejaron caer y huyeron despavoridos. Este hecho fue considerado como una obra del diablo y el cuento fue recorriendo la ciudad de boca en boca. Los vecinos del lugar solían detenerse para indicar a los visitantes diciéndoles: " esta es la esquina donde se levantó el muerto", y poco a poco la esquina comenzó a ser conocida por su nombre actual: La esquina El Muerto.

Esquina El Cuji

El Cuji es un árbol, y cuenta la historia que un zapatero llamado Carrasqueño, veía señales en el movimiento de las estrellas, ramas de los árboles y aullidos de los perros. Tuvo una visión de que había enterrado un tesoro cerca de un Cuji. Así que decidió hablar con un monje del Monasterio de San Jacinto y preguntarle que podía hacer para localizar con más exactitud el sitio donde estaba el tesoro. El monje, jugándole una broma, le dijo que a la media noche estuviese en el sótano de la iglesia, que un espíritu le diría lo que tenía que hacer. Efectivamente, a la hora y lugar señalado, se le apareció el espíritu dándole unas indicaciones absurdas, Carrasqueño huyó atemorizado y la esquina donde él vivía se le puso el nombre El Cuji.