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Mis primeras vacaciones: Mallorca

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Revisión del 19:36 22 nov 2009 de Traverj (discusión | contribuciones)
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Ahora, que la gente se vaya de vacaciones es algo normal. Tenía yo 15 años, y ese verano cumpliría 16, cuando mis padres nos dieron, a mis hermanos y a mí, la gran noticia: nos íbamos de vacaciones a Mallorca, que para mí en ese momento era como ir a la Polinesia: un paraíso. En esa época iban los recién casados en viaje de novios, y nosotros íbamos a pasar 15 días nada menos.

Playa

Y llegó el día, fuimos a Valencia en coche, mis padres querían aprovechar el viaje y conocer toda la isla. Tuvimos que ir con mucho tiempo para embarcar el coche, pero estaba tan emocionada que me parecieron apenas 10 minutos. Ya la tarde del embarque fue de lo más apasionante, yo estaba nerviosa, tan guapa como iba con el bolso que me había hecho mi madre para que guardara mis cosas; una especie de saquito marrón que se cerraba con unas cintas que me podía colgar del hombro, y que como no sabía con que llenarlo, le metí una muñequita de barro para que pesara e hiciera bulto. Mis hermanas todavía se ríen cuando se acuerdan de la muñequita de mi bolso. Pero por fin el barco se empieza a mover

Compartía camarote con mis dos hermanas y me encontraba fatal porque me dolía muchísimo la garganta, pero no podía tomar nada: no se lo quise decir a mis padres para que no me enviaran a la cama, pues mi intención era hacer una minuciosa inspección del barco. Mis hermanas y yo nos llevamos pocos años, la mayor me lleva 3 años y la siguiente 1 año (a veces nos han tomado por gemelas), así que entre las tres ya formábamos una pequeña pandilla, aunque la mayor ya se creia una adulta y a veces nos miraba como si fuéramos unas crias.

Cartuja de Valldemosa

La noche en el barco fue toda una maravillosa experiencia, las tres nos dedicamos a recorrerlo, y mis padres, comprendiendo nuestra necesidad de aventura, nos dieron libertad, al fin y al cabo, estábamos bien educadas, como era lo normal en esa época. Yo seguía con mi dolor de garganta, pero aguanté como un jabato hasta bien entrada la noche.

La llegada a Palma es espectacular y yo seguía tan emocionada que no podía estarme quieta.

Catedral de Palma

Tras los trámites del desembarque toda la familia nos metimos en el coche y empezamos a hacer kilómetros y kilómetros y a mí se me cayó el alma a los pies. Para mí Mallorca, era Palma y poco más, y al meternos hacia el interior pensé que era un error, mi padre se estaba equivocando, ¿qué estaba pasando?

Cuando ya casi había empezado a llorar de pena, de repente apareció otra vez el mar. Resulta que aparte de Palma, había muchas otras poblaciones, como pasa con Burgos, La Coruña o Sevilla, en fin, como cualquier otra provincia.

Bordeando una preciosa bahía, llegamos a nuestro destino final: Can Picafort, un pequeño y hermoso pueblo turístico, con un mar como yo no había visto nunca, de unas aguas tan transparentes que parecía que no había agua, y tan azules como el cielo.

Absolutamente impacientes, nos instalamos y sin perder tiempo toda la familia fuimos a la playa. Yo seguía con mi dolor de garganta, pero no dejé de bañarme, lo que me costó dos días sin hablar, debido a una tremenda afonía.

Cala d'Or

Los quince días estuvieron llenos de actividades. Mis padres organizaron un montón de excursiones, por lo que tuvimos la suerte de conocer muy bien la isla, antes de que algunas zonas se convirtieran en bosques de cemento, y aunque parezca mentira, había zonas absolutamente salvajes.

Los días que no íbamos de excursión eran otra cosa. Enseguida formamos una numerosa pandilla con la que tomábamos al asalto la piscina de cualquier hotel que encontráramos en nuestro camino, hasta que nos echaban debido a los sonoros escándalos que organizábamos. Otros días hacíamos excursiones: andando a ver un próximo cementerio fenicio, en bici al pueblo próximo llamado Santa Margarita, pero en la tercera cuesta nos echamos atrás y dimos la vuelta, no estábamos muy en forma, por lo visto.

Cementerio Fenicio

Después de comer, no nos obligaban a hacer siesta, pero tampoco nos permitían salir, así que nos quedábamos en los jardines jugando, a la gallina ciega, tula, el bote, juegos de pelota, el pañuelo y en fin, ese tipo de juegos que todos conocíamos. En la residencia organizaron una serie de festejos para entretener a la gente, nosotros no necesitábamos que nos entretuvieran pero tuvimos que participar en forma de equipo de futbol. Se organizó un partido de futbol femenino de solteras contra casadas. Estábamos monísimas, para distinguirnos decidimos ponernos todas unos nickis (como se llamaba entonces) de rayas, cada uno era de un tamaño, forma y color, pero eran rayas, y nada de Adidas, Reebok o Nike. Nos movimos como posesas, pues estaba en juego nuestro honor, pero no hubo forma, en cuanto una soltera tocaba el balón, sonaba un pito y nos decían que habíamos cometido falta. Perdimos por una deshonroso 3-2, pero el árbitro era el marido de una de las casadas y los liniers también tenían sus intereses entre las casadas. Me temo que nos hicieron trampas.

Cuevas de Arta

Mención aparte merecen las noches. Las noches fueron mi gran descubrimiento. Lindando con la tapia de la residencia donde estábamos había sendas discotecas al aire libre, una a cada lado. También tomamos una de ellas al asalto, se llamaba Al Rojo Vivo y estaba amenizada por tres conjuntos que tocaban las canciones de moda, nada de pinchadiscos ni DJ’s,. Entonces no lo sabía, pero allí tuve mi primer ligue. Ya tenía experiencia en novios, había tenido uno, pero eso de que un desconocido te sacara a bailar fue una novedad, y hubo un alemán guapísimo y rubísimo que me sacó a bailar varias veces durante varios días. Supongo que eso fue un ligue. Se bailaba suelto y cogido. Hay particularmente dos canciones que siempre me harán recordar esas vacaciones: San Francisco y Con Su Blanca Palidez.

Y las vacaciones llegaron a su fin. Cuando volvimos a subir al barco me pesaban los pies y al salir del puerto, me fui a popa y viendo como nos alejábamos de la isla se me saltaron las lágrimas. Sabía que no iba a haber otras vacaciones como esas. Era el año 1967,yo acababa de cumplir 16 años y fueron mis primeras vacaciones.