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Breve historia del cine español hasta 1939

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Durante mucho tiempo el hombre ha intentado reproducir de la manera más real posible los objetos o las personas que le rodeaban. Así vemos que la pintura por épocas de puro simbolismo y otras de un realismo deslumbrante, vemos que descubren la perspectiva y casi, mediante juegos de luz, el volumen. Pero faltaba el movimiento, y esto llega después de la fotografía, con el invento del cine. Después, ya conseguido el movimiento, veremos que se echa de menos la voz, el color, etc.… pero todo eso vendrá más tarde.

La historia del cine empieza el 22 de marzo de 1895, cuando los hermanos Lumière, autores del invento, presentan en París, en sesión privada en la Societé d’Encouragement la película “Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon”, rodada apenas tres días antes. No obstante, el nacimiento oficial del cine podemos fijarlo el 28 de diciembre de 1895. Ese día se presenta en público en el Salón Indio del Grand Café de París el nuevo invento que consiste en la proyección sobre un lienzo de una sucesión de fotografías a una velocidad tal que dan la sensación de movimiento. En una sesión de diez películas de apenas un minuto de duración cada una se presenta otra vez “La Salida...” además de “La llegada del tren a la estación “y la que se considera la primera película con argumento, “El regador regado”

El 15 de mayo del año siguiente, festividad de San Isidro, el invento llega a España de la mano de Alexander Promio, técnico francés que trabajaba para los hermanos Lumiere. En el madrileño hotel Rusia tiene lugar la primera proyección y aunque en principio se considera poco más que una atracción de feria, la gente acude en masa a las proyecciones y pronto hace falta más material para exhibir. El mismo Promio se encarga de rodar las primeras películas en España: Llegada de los toreros, Maniobras de la artillería en Vicálvaro y Salida de las alumnas del colegio de San Luis de los Franceses.

Ese mismo año, el 11 de octubre, se rueda la que podemos considerar la primera película propiamente española: Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza cuyos autores son Eduardo Jimeno Peromarta y su hijo. La película en cuestión duraba un minuto.

Fotograma de una pelicula. Salida de la misa de doce del Pilar

Muchos fueron los españoles atraídos por este nuevo invento, entre los que citaremos a José Buchs, Fernández Ardavín, Pérez Lugín o Benito Perojo, entre otros muchos, pero vale la pena detenernos un poco en los tres que tal vez sean los que más destacan en estos primeros años del cine español.

La primera figura importante es Fructuoso Gelabert. Nacido en Barcelona en 1874 era mecánico de profesión y gran aficionado a la fotografía. Cuando conoce el invento de los Lumiere queda maravillado y pronto se construye él mismo un tomavistas y un proyector y en 1897 rueda la que se considera la primera película española de ficción: “Riña de café”, en la que los actores son algunos de sus familiares. En ella, en plan Juan Palomo, él mismo no solo es el guionista, productor, director, sino también el intérprete. Continuó trabajando hasta 1928 y cuenta en su haber con más de cien películas, casi todas de corta duración y la mayoría de las cuales se han perdido o han llegado hasta nosotros en mal estado. Se dedicó tanto a los documentales como a las películas de ficción y como curiosidad podemos decir que además fue el autor del primer reportaje que se vendió al extranjero ya que consigue que su película “Visita de Doña María Cristina y Don Alfonso XIII a Barcelona” la compre la compañía francesa Pathé Frères para su exhibición en otros países europeos.

Entre sus reportajes señalaremos Salida del público de la iglesia parroquial de Sans, las Carreras de bicicletas en el parque, Inundaciones en Lérida o Barcelona bajo la nieve. De las películas de ficción, además de las que rodó sobre guiones escritos por él mismo, señalaremos las adaptaciones de obras literarias como Mala raza, Tierra Baja o María Rosa.

El turolense Segundo de Chomón, nacido en 1871, es otra de las figuras importantes de los comienzos del cine en España. En París trabaja coloreando películas para Méliès y Pathé Frères. Viene a Barcelona como representante de esta última firma francesa y monta un pequeño taller en el que se especializa en la creación de ingeniosos trucos. Alcanzó tanto éxito que tuvo que volver a París donde trabajó para producciones ajenas y al mismo tiempo entre 1905 y 1909 dirige unas setenta y cinco películas de corta duración. Entre sus trabajos mas interesantes figuran los trucajes de El negro que tenía el alma blanca, de Benito Perojo y Napoleón, de Abel Gance.

La tercera figura importante entre los pioneros del cine español es Ricardo de Baños (Barcelona, 1892-1939). También como Chomón aprende el oficio en París, éste en los estudios de la productora Gaumont. En Barcelona empieza a rodar documentales en 1904 y zarzuelas que se sonorizan con discos en 1905. Muchas de sus películas son ya adaptaciones de obras literarias, como Don Juan de Serrallonga, La Malquerida o Juan José. Incluso rueda una de las primeras adaptaciones de Don Juan Tenorio.

El nuevo espectáculo resulta ser todo un éxito de público y las salas de cine se multiplican por toda España. Los productores buscan nuevos caminos para contentar a la gente que llena los cines y, a imitación de las producciones francesas y americanas aparecen en España las películas por entregas. La primera es “El signo de la tribu”, de José M. Codina, pero la que tiene más éxito es la que dirigió Alberto Marro en 1915, “Barcelona y sus misterios”.

El público es fiel al cine y hacia 1914 se pueden contabilizar en España alrededor de 900 salas. En cambio los distintos gobiernos que se suceden durante estos años viven aparentemente ajenos a este fenómeno. Como nota curiosa cabe destacar que en 1913, a petición del gobernador de Barcelona, se establece la censura; en 1918, también el gobernador de Barcelona prohíbe que en las películas figuren personajes que por sus nombres u otras características puedan identificarse con personas conocidas, y en 1920 aparece una norma por la que los hombres y las mujeres debían sentarse separados en las salas cinematográficas, si bien esta norma no llegó a cumplirse nunca.

El año 1920 debuta en una película dirigida por José Busch el actor Antonio Martínez, que más tarde adoptaría el seudónimo por el que sería conocido: Florián Rey. Nacido en 1894 en la Almunia de Doña Godina (Zaragoza), trabajó como actor de teatro en la compañía de la gran actriz Catalina Bárcena, pero pronto se pasó al cine y entre 1920 y 1924 actuó en varias películas, casi siempre dirigido por su descubridor José Buchs. En 1924, junto con el entonces también actor y que después seria también prolífico director Juan de Orduña, dirige una versión de “La Revoltosa”, con tanto éxito que la productora Atlántida Films le contrata para rodar otras cinco películas

Cartel de la hermana San Sulpicio

“La Hermana San Sulpicio”, rodada en 1927 señala el comienzo de un ciclo de grandes éxitos y la colaboración con la que sería estrella indiscutible de aquellos años, Imperio Argentina, con la que más tarde contraería matrimonio. Juntos rodarían hasta una decena de películas, algunas tan conocidas como Nobleza Baturra (1935) o Morena Clara (1936), y otras rodadas durante el periodo de la Guerra Civil en los estudios de la Alemania nazi, como Carmen la de Triana, o La canción de Aixa.

En 1929, cuando hace ya dos años que en Estados Unidos se ha estrenado “El cantor de jazz”, Florián Rey rueda la que se considera la última gran película muda española, “La aldea maldita”. Cuando años más tarde se confirma el éxito del cine sonoro, se le añade música y diálogos en unos estudios franceses.

La aldea maldita.JPG

Con el sonido llega el gran cambio. Lo que hasta entonces había sido nada más que cine, por obra y gracia de la nueva tecnología pasa a ser “cine mudo”. En junio de 1929 se estrena en Madrid “El cantor de jazz”, con el cantante Al Jolson pintado de negro, y el problema es que los equipos de sonido no están todavía extendidos en nuestro país, por lo que tiene que estrenarse en versión muda. En septiembre de ese mismo año, cuando ya hay equipos de sonido en nuestro país, en Barcelona se estrena “La canción de París”, con Maurice Chevalier. Pero entonces el problema es otro: la película está hablada en inglés, con lo que el público en general no entiende nada. La solución consistió en pasar con sonido nada más que las canciones y el resto como película muda.

Llegados a este punto convendría entretenernos un poco en la aventura que la llegada del sonido representó para el cine, con sus adelantos técnicos y sus problemas añadidos. En realidad el cine había venido acompañado de sonido desde muchos años antes. Todos hemos visto películas en las que el pianista acompaña la acción de la pantalla con composiciones más melódicas o más rítmicas según lo requiera la acción; pero no solo eso, la cosa iba mucho más allá. En 1925 la proyección de “Gigantes y cabezudos”, de Florián Rey, se interrumpía para dar paso a un grupo que cantaba; en “Nobleza baturra”, el mismo año, se intercalaba en la proyección un cuadro de cante y baile de jotas y en “Currito de la Cruz” se cantaban saetas.

Mientras tanto, en Estados Unidos avanzaban los trabajos sobre el cine sonoro y tres sistemas se disputaban la primacía. Por un lado el sistema Vitaphone, de Western Electric, consistente en discos sincronizados, ofrecía el inconveniente de lo engorroso del sistema y la poca duración de los discos, así como de la dificultad de sincronizarlos con la película, pero por el contrario contaban con la ventaja de aprovechar ya una industria desarrollada (la industria fonográfica) y la de que los discos fueran comercializados por Warner Bros. Este sistema, que triunfó al principio, fue pronto desechado y sabemos que por ejemplo en Francia hacia 1930 estaba prácticamente abandonado y en Estados Unidos, en 1933, de 13.000 salas en funcionamiento, solo 350 tenían todavía este sistema. Los otros dos sistemas, basados ya en una banda óptica en la misma película fueron Phonofilm y Movietone. Al mismo tiempo, en España surgían también otros sistemas de sonorización como el Parlophone, el Melodión o el Filmófono. Este último utilizaba dos platos giratorios con dos potenciómetros distintos, lo que permitía fundidos sonoros, o añadir fondos de ruidos o música. Tampoco ninguno de estos sistemas tuvo una vida demasiado larga. Las sesiones de cine sonoro presentaban pues abundantes problemas. El primero lo constituían los distintos sistemas de sonido, que no facilitaban la proyección de las cintas en todas las salas; el segundo era el excesivo precio de los equipos sonoros de proyección, el tercero era el sueldo en dólares que debía pagarse a los técnicos americanos y por último, la poca producción de películas en lengua española. Pero los problemas no estaban solo al reproducir las cintas; también al rodarlas, ya que los estudios españoles estaban mal insonorizados y dotados de un sistema de poca calidad de grabación de sonido.


Todo ello lleva a tres diferentes alternativas:

  1. La sonorización en estudios extranjeros de filmes mudos rodados en España, como ya dijimos anteriormente que sucedió con “La aldea maldita”. Esto se llevó a cabo además con películas como “Prim”, “Isabel de Solís”, “Fermín Galán” o “Yo quiero que me lleven a Hollywood”.
  1. Películas que empresas productoras españolas ruedan en estudios extranjeros (alemanes, franceses o ingleses) dotados con equipos sonoros para registro en directo. Ejemplos de estas producciones son “La bodega”, “El profesor de mi mujer” o “El embrujo de Sevilla”
  1. Películas que productoras extranjeras ruedan en el extranjero con profesionales de habla castellana, con el fin de ocupar el lugar de mercado que deja vacío la escasa producción nacional. La mayor parte de estas películas se ruedan en Hollywood o en los estudios que la Paramount tiene en Joinville, cerca de París.

Las dos primeras opciones tienen una vida relativamente corta, ya que las películas mudas de éxito, aquellas en las que puede ser negocio gastar dinero en sonorizarlas son pocas y por otra parte la opción de rodar en estudios extranjeros resulta cara. La tercera opción tiene más éxito; actores y guionistas viajan al extranjero para rodar en español versiones de películas americanas, con los guiones originales traducidos al castellano por escritores españoles y utilizando los decorados originales, o también guiones escritos originalmente en español. Así vemos que viajan a Hollywood escritores y directores como Benito Perojo, José López Rubio, Jardiel Poncela o Edgar Neville. Pronto el “star system” empieza a interesar al público, que quiere ver a los actores famosos que salen en los periódicos y empiezan a proyectarse algunas películas extranjeras subtituladas, que no tienen aceptación. En 1933 aparecen los primeros estudios de doblaje y en 1934 una orden del Ministerio de Industria obliga a doblar en España todas las películas extranjeras que se exhiban en el país.

En 1932 aparecen en el panorama cinematográfico dos importantes productoras. En Madrid se constituye la CEA, Cinematografía Española Americana y se construyen unos modernos estudios en Ciudad Lineal. En su consejo de administración hay nombres tan conocidos como Carlos Arniches, Muñoz Seca, Jacinto Benavente o los hermanos Álvarez Quintero. En Valencia aparece CIFESA, Compañía Industrial Films Española Sociedad Anónima, primero como distribuidora de las películas de Columbia en España y más tarde como productora de sus propias películas. Éxitos suyos son Nobleza Baturra, Morena Clara o Es mi hombre, entre otros.

No son las únicas productoras, ya que podemos hablar también de ECESA, Ediciones Cinematográficas Españolas, SA, de Filmófono, con éxitos como Don Quintín el amargao, o La hija de Juan Simón y la productora catalana Star Film, fundada por Rosario Pi y para la que rodaron Perojo y Neville.

Para terminar este capítulo, y ya que hemos hablado de directores y productoras, nombraremos a algunos de los actores que alcanzaron notable éxito en aquellos años. Unos ya eran grandes figuras del teatro, como Maria Fernanda Ladrón de Guevara, Rafael Rivelles, Irene López Heredia o Mariano Asquerino; otros empezaban entonces y los hemos visto después en muchas películas, o incluso en televisión: José Isbert, Maruchi Fresno o Cándida Losada y desde luego no podemos olvidarnos del cuarteto formado por Imperio Argentina, Estrellita Castro, Valeriano León y Miguel Ligero, verdadero póquer de ases del cine español de aquella época.

Francisco Durán. Alumno Universidad de Mayores de Castellón