JORDANIA
De wikisenior
Sumario
JORDANIA
Notas personales:
Tenía 14 años cuando leí “Cita con la muerte”, la novela de Agatha Christie que transcurre en Petra, la ciudad rosa del desierto. Desde aquel momento hacer un viaje a ese lugar, mágico y cargado de aventuras para mi mentalidad adolescente, se convirtió en uno de los objetivos de mi vida.
Sin llegar a obsesionarme, con el transcurso del tiempo fui acumulando datos sobre el imperio nabateo y siguiendo las noticias que hablaban de Petra.
Los años fueron pasando, o mejor yo fui pasando por ellos, y otros asuntos fueron adquiriendo más importancia en mi escala de valores y otros fueron los destinos de mis viajes. Pero siempre en mis ilusiones “perdidas o aplazadas” ocupaba el primer lugar ese viaje.
En el año 2 000, por razones que no hace falta que cuente, surgió la ocasión y no me lo pensé dos veces aunque tuve que preparar el viaje en 10 días, con el inconveniente de que mi compañero, con quien hubiera querido compartirlo,no podía venir conmigo. Hice el viaje con mi hija, y fue una experiencia maravillosa.
Datos oficiales
- País: Reino Hachemita de Jordania
- Capital: Ammán
- Superficie: 92.300 kilómetros cuadrados.
- Población: 5.153.378 (En 2001)
- Lenguas: Árabe (lengua oficial), Inglés (en uso común en las clases media y alta).
- Alfabetización: 86’6 % en total, del cual un 93’4 % son hombres y un 79’4 % son mujeres.
- Religiones: Musulmanes sunnitas un 92 %, cristianos un 6 % (la mayor parte de éstos son ortodoxos griegos, aunque también hay católicos romanos, ortodoxos armenios y sirios y coptos) y un 2% de otras religiones musulmanas.
- Gobierno: Monarquía constitucional.
- Moneda: 1 Dinar Jordano (JD) = 1.000 fils.
- Industria: Minería de fosfatos, refinerías de petróleo, cemento, potasa, industrias manufactureras livianas, turismo.
- Agricultura y ganadería: Trigo, cebada, cítricos, tomates, melones y sandías, olivos, ovejas, cabras, avicultura.
- Minerales y recursos: Fosfatos, potasa, arcillas petroleras.
Clima
El clima de Jordania se puede calificar de mediterráneo semiárido o desértico. Y según las zonas podemos encontrar diferentes variedades climáticas. El verano se caracteriza por las temperaturas extremas, las escasas lluvias, los días soleados y las noches frescas. Por contra la primavera y el otoño son más agradables, con temperaturas más moderadas que hacen que sean las mejores épocas para visitar Jordania. Y el invierno suele ser muy corto, con algunas lluvias que se concentran en la zona norte del país en los meses de febrero a marzo y con temperaturas cercanas a los 7º C, acompañadas de vientos fríos. No obstante, conviene ir bien preparado porque las temperaturas en invierno pueden sorprender y llegar a ser aún más bajas. En la llanura oriental, donde se concentran las principales ciudades, tenemos un clima menos asfixiante que en el desierto o en el Valle del Jordán.
Ammán
Llegamos a Ammán en horas vespertinas con el tiempo justo de tomar posesión de la habitación de hotel, y, sin apenas deshacer las maletas, sólo lo imprescindible para asearnos tras el viaje, nos dirigimos a cenar a un lugar llamado “La gacela del desierto” donde disfrutamos de una cena típica, sin caer en lo tópico, en unas preciosas instalaciones al aire libre.
Amman, la capital de Jordania, tiene aproximadamente 1.600.000 habitantes, y está construida sobre siete colinas, que culminan a 918 m. Es sorprendente la encantadora mezcla de antigüedad y modernidad. Los claxon de los coches dan paso a la llamada a la plegaria, que retumba desde los minaretes, que adornan la ciudad.
A la mañana siguiente un guía nos acompañó a visitar los restos romanos en una colina de la ciudad. Cuesta asimilar que antes de ser esta abigarrada ciudad árabe, impresionante por su limpieza, fue la Φιλαδελφια griega, más tarde la Filadelfia romana.
La Ciudadela, en la cumbre de la colina desde la que se domina la ciudad baja es una antigua acrópolis romana. Desde allí se ve el Teatro Romano, en la ladera de otra colina a la derecha. Es el teatro romano más grande de todo Oriente.
La primera hora de la mañana y la puesta de sol son los mejores momentos para disfrutar Ammán, cuando los blancos edificios de la ciudad parecen brillar en el evanescente calor del día. El mayor encanto de Amman, sin embargo, reside en la hospitalidad de sus gentes.
Los visitantes de Amman, y del resto de Jordania por ese motivo, se quedan continuamente sorprendidos por la genuina amabilidad con la que son tratados. "Bienvenido a Jordania" es una frase que te ofrecen con toda sinceridad.
Como ya he dicho, Amman está asentada sobre siete colinas, o jebels, cada una de las cuales define más o menos una zona. Muchos jebels tenían rotondas de tráfico, y aunque muchas de ellas han sido reemplazadas por semáforos, la geografía de Amman es a menudo descrita en referencia a los ocho círculos, que forman la columna vertebral de la ciudad.
El primer círculo está situado cerca de la ciudad baja, y los demás se extienden hacia el oeste hasta el octavo círculo.
Teniendo nuestra sede en Ammán hicimos varias excursiones de un solo día, de las cuales las más impresionantes fueron:
Jerash
La antigua ciudad de Jerash, que rivaliza con Petra en la lista de los destinos favoritos de Jordania, siempre ha estado ocupada por asentamientos humanos, desde hace más de 6.500 años.
Jerash yace en una planicie rodeada de empinadas zonas boscosas y fértiles cuencas. Conquistada por el General Pompeyo en el año 63 antes de nuestra era, cayó bajo dominio romano y fue una de las diez grandes ciudades romanas, la Decápolis.
La ciudad vivió su época dorada durante el dominio romano,
durante el cual se conocía como Gerasa y hoy en día se considera una de las ciudades romanas mejor conservadas de todo el mundo.
Gerasa era gobernada por un Consejo de Ancianos (claro que en aquella época se era anciano a una edad mucho más temprana), la gerontocracia, y de ella derivan muchos términos que usamos actualmente relacionados con los más mayores, como “geriatría”.
Jerash alcanzó su esplendor a principios del siglo III, pero comenzó a decaer después de sufrir una serie de invasiones cristianas y musulmanas, seguidas de un terremoto en el año 747.
Aunque las excavaciones empezaron en la década de 1920, se calcula que sólo un veinte por ciento de la ciudad ha sido descubierta. La entrada de Jerash fue antaño un Arco de Triunfo pero actualmente se accede por la Puerta Sur. Dentro de la muralla urbana se puede admirar el Templo de Zeus y el Foro, con forma oval. Detrás del templo está el Teatro del Sur, construido en el siglo I, que tuvo capacidad para unos cinco mil espectadores, y más al norte se levanta la calle de las columnas de 600 m de longitud. El edificio de mayores dimensiones es el templo de Artemisa, en el centro.
Jerash revela un perfecto ejemplo del gran urbanismo formal romano de provincias que se puede admirar en todo Oriente Próximo: pavimentos y calles franqueadas por columnas, templos en las cumbres de las montañas, teatros impresionantes, plazas públicas espaciosas, baños, fuentes y ciudades amuralladas atravesadas por torres y columnas.
Se pueden apreciar perfectamente el Cardo y el Decumano. Hasta ese momento no había caído en la cuenta de que usamos la expresión “puntos cardinales” relacionada con la situación de esas vías principales en las ciudades romanas.
De todo el conjunto histórico lo que más me impresionó fue el foro oval, de gran belleza. La ciudad moderna de Jerash se encuentra al este de las ruinas. La antigua y la nueva ciudad están separadas únicamente por un muro, pero la cuidadosa conservación y planificación de la ciudad han hecho posible que la ciudad nueva se desarrolle por sí misma fuera de las ruinas, por lo que no hay ningún tipo de invasión de los sitios antiguos.
Madaba
Esta pequeña ciudad, a unos 30 Km de Amman, fue una verdadera escuela de mosaiquistas, en la época bizantina.
En la Iglesia de San Jorge, ortodoxa, en el centro del pueblo, se puede admirar el Mapa de Palestina, un mosaico bizantino que al principio medía 25 m de largo con dos millones de piezas y que estaba destinado para ayudar a los peregrinos que iban a Tierra Santa. Ahora solamente se conserva un tercio donde se puede situar Jerusalén, el santo sepulcro, Belén, Jericó, el Jordán y el Mar Muerto.
En este viaje no paré de aprender cosas. En Madaba aprendí que el verbo reflexivo “orientarse” procede de la interpretación de estos mapas, pues el Este se situaba en la parte superior de los mismos, donde hoy situamos el Norte.
El Monte Nebo
A 12 Km al noroeste de Madaba se encuentra el Monte Nebo. A 840 m de altitud no es la cima más alta de la zona, pero si la última antes de la depresión del Mar Muerto. Desde allí hay una vista magnífica del Mar Muerto, el Jordán, el oasis de Jericó y los Montes de Judea. De noche se pueden ver las luces de Jerusalén.
Fue en el Monte Nebo donde Moisés habría muerto después de divisar la Tierra Prometida. Como la visita la realizamos cerca de la una de mediodía, hubo quien hizo el chiste fácil “comprendo que se muriera, si después de llevarlos 40 años por el desierto, al llegar aquí comprobó lo que era la tierra prometida... otro desierto”. Y es que hay que tener mucho cuidado en hacer las visitas a cielo descubierto a primera hora de la mañana e ir con ropa muy cómoda y fresca... Allí se erigió un monasterio en recuerdo del profeta. Todavía queda una capilla en la que se pueden admirar mosaicos en los que se ven preciosas escenas de caza, llenas de animales salvajes.
Umm Qais
Además de Amman y Jerash, Gadara (ahora Umm Qais) y Pella (ahora Tabaqat Fahl) fueron en un principio, ciudades de la Decápolis y ambas son de un atractivo único y particular. Famosa por la historia bíblica de los cerdos gadarenos, Umm Qais está reconocida actualmente como un importante centro cultural.
Se encuentra encaramada en la cima de una colina dominando una zona fronteriza formada por Israel, Jordania y Siria, frente a los altos del Golán y con vistas al Valle del Jordán y al lago Tiberiades. Desde la terraza del restaurante, situado en lo alto de la colina, se contempla una extraordinaria panorámica y durante el invierno, en días claros, se puede incluso ver la cumbre cubierta de nieve del monte Hermon.
Por este enclave pasaron Alejandro Magno, los seleúcidas, los romanos, el Imperio Bizantino y finalmente los árabes. Cada civilización dejó su huella cultural en esta tierra que hoy se puede contemplar en forma de restos arqueológicos, como el teatro de piedra basáltica negra, la basílica, el mausoleo subterráneo y los baños públicos que dan fe de la importancia que la ciudad tuvo en el pasado. Sus esbeltas columnas de basalto negro, que dominan todo el paso natural del valle del Jordán, son un auténtico sello de identidad.
Las ruinas no son tan impresionantes como las de Jerash, pero a cambio se puede disfrutar de ellas casi en soledad porque los turistas no son tan abundantes. También ofrecen el original contraste entre la ciudad romana en ruinas y una aldea de la época otomana relativamente intacta.
El encanto de Um Qais todavía permanece hoy en día. Una gran parte del Teatro Romano del oeste ha sobrevivido a los avatares de la historia. Sobre los corredores abovedados se apoyan las filas de asientos, construidos con piedra basáltica de gran dureza. Cerca de la orquesta se abre una fila de asientos escarbados finamente elaborados destinados a las autoridades, y en el centro, se elevaba una gran estatua de mármol sin cabeza que representaba a Tyché y que ahora se muestra en el museo local.
Tras varios días en Ammán, visitando el norte, nos dirigimos hacia el sur, donde tendríamos nuestra nueva base en la soñada Petra, no sin hacer un alto en el camino para ver el idílico desierto de Lawrence de Arabia.
El Wadi Rum
Al sur de Jordania, cerca ya del Mar Rojo, se extiende el desierto de Wadi Rum, sin duda, uno de los más bellos del mundo. La única forma de explorar este bello lugar es en un vehículo 4x4, conducido por algún guía beduino, aunque no hay que despreciar un paseo en camello, pues están bien adiestrados. La incomodidad del viaje (calor, moscas, etc) bien merece la pena por contemplar sus fantásticas vistas.
El desierto de Wadi Rum, es famoso por su marco único: anchos valles arenosos, que van del rojo al amarillo, bordeado de formidables montañas que también presentan una extraordinaria gama de colores, que van desde el negro al amarillo claro, con dominio del rojo. Su punto más alto alcanza los 1854 m. Las montañas de colores cambiantes con la luz del día emergen de forma vertical de la llanura arenosa.
Lawrence de Arabia pasó buena parte de su tiempo aquí, y muchas de las escenas de la película de David Lean se filmaron en esta zona. Wadi Rum es un paisaje de extrañas formaciones rocosas ascendentes y descendentes, conocidas como jabals.
Dicen que el anochecer del Wadi Rum es el segundo más bello del mundo, después del de la Alhambra de Granada, y puedo dar fe de que es precioso.
Una vez anochecido nos dirigimos a una jaima en medio del desierto, donde cenamos cordero guisado enterrado en la arena y bailamos hasta altas horas de la madrugada. Fue una experiencia inolvidable.
Petra
Petra fue reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 1.985 y en 2.007 fue declarada una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo.
Sin duda el punto central de una visita a Jordania es Petra. Como ocurre, por ejemplo, con las óperas, a veces la obertura impresiona tanto como la trama central.
Así ocurre en cierto modo en Petra. Tras la entrada principal, y después de sortear o aceptar a los chavales que ofrecen hacer el recorrido en burro, caballo o calesa, se llega al comienzo del impresionante "Siq", que al principio parece un corto paso entre rocas y pronto se descubre como una inmensa grieta en la piedra de arenisca que se abre a lo largo de un kilómetro y medio entre profundos acantilados que en ocasiones ofrecen 200 metros de altura por sólo cuatro de ancho.
Lo que los turistas llaman Petra, es una fracción, la más espectacular, de un área de 264 kilómetros cuadrados, Parque Arqueológico Nacional desde 1993.
Desde su centro, Petra se ramifica, durante 853 kilómetros cuadrados, en un laberinto de wadis o cauces de ríos secos, y antiguas rutas de caravanas que llevaron incienso de Omán a Gaza y regresaron cargadas con brazaletes de oro de los talleres de Alepo, hacia los zocos de Yemen. Un entramado de siglos que empezó a forjarse cuando el pueblo nabateo llegó a Petra en el siglo IV a.C., y desalojó de estas tierras a sus antiguos pobladores, los edomitas.
Este pueblo de pastores nómadas supo comprender que el enclave era perfecto para controlar las rutas comerciales, recaudando aranceles por atravesar el territorio que hicieron suyo. Las quebradas, riscos y barrancos de Petra se convirtieron en su fortaleza de piedra. La bautizaron Requem, nombre semítico que alude a una tela de variados tonos, con que el que evocaron las coloridas vetas y jaspeados de las rocas de Petra, de las que se extraen polvos de arenisca de nueve tonalidades.
Pero mucho más que nueve tonos se descubren en el paseo hacia el corazón de la misteriosa ciudad. Da lo mismo la hora en que se haga porque con el sol alto o bajo, incluso a la luz de las velas y las estrellas, las luces y sombras crean un mundo fantástico y fantasmagórico que cambia radicalmente de aspecto con solo volver la vista atrás.
En este "Siq" no importa tanto descubrir el magistral canal que dirigía el curso del agua, (hay que ver el ingenio que procede de la necesidad !!!, incluso recogían el agua que resbalaba por las paredes rocosas en las escasas ocasiones en que llovía) o los restos de calzada de la época de los romanos o incluso algunas figuras en relieve que reflejan las múltiples caravanas de camellos que hasta aquí llegaban. Lo realmente impresionante es sentirse envuelto por la magnitud de las rocas, por los reflejos del sol, por la escasa vegetación que pugna por hacerse un hueco entre las piedras.
Todos sabemos que al final del camino está la joya que tantas veces hemos visto en fotos y películas, Indiana Jones y la última cruzada, por ejemplo, pero no hay que tener prisa por llegar. Incluso si al final del largo pasillo no hubiera nada, ya habría compensado el viaje.
Pero, claro, al final del camino está Petra y, como primera imagen de lo que luego espera, nada menos que la fachada impresionante de El Tesoro. Unos metros antes, las parejas se cogen de la mano emocionadas, los grupos guardan silencio, los pasos se aminoran hasta conseguir que, como un telón que estuviera descorriéndose, los dos abismos de piedra vayan aumentando el hueco y dejen paso al escenario.
Por mucho que se haya visto, que se haya imaginado, que se haya soñado, la primera visión de la fachada rosada de El Tesoro, templo de 42 metros de altura labrado integramente en la roca al más puro estilo helénico, con sus relieves carcomidos por el tiempo, la lluvia y el viento, sus columnas corintias, sus hornacinas que contienen esbozos de figuras (destrozadas a tiros por la superstición de que contenían un tesoro), sus capiteles... todo ello ganado pacientemente a la piedra por manos nabateas deja un poso de asombro difícil de superar. El buen conocedor de estas tierras, Lawrence de Arabia, lo expresó sabiamente: «Nunca sabrás qué es Petra realmente, a menos que la conozcas en persona».
Porque en Petra, en la inmensa ciudad que es Petra, con sus más de 500 tumbas que decoran las paredes rojizas del valle, lo que priman son las emociones más que el asombro arquitectónico o el misterio de su origen. Si esto es una ciudad ¿dónde están las viviendas?. Pronto descubrimos muchas cuevas en las montañas, algunas de ellas todavía habitadas. La luz escoge caprichosa su tonalidad, siempre en la gama de los rosas, decorada con vetas amarillas, blancas, verdes, naranjas y grises. Piedras que en pequeños pedazos venden los niños que persiguen al viajero, polvos de nueve colores naturales con los que habilidosas manos crean diminutos dibujos en el interior de botellas, un arte que comenzó Mohamed Abdullah Othman en la década de los 60 cuando tenía 10 años en el interior de una ampolla de penicilina y que hoy sigue su hermano Hussein y unos cientos de pacientes artistas más.
En el recorrido por la ciudad, que algunos hacen a caballo, en calesa, en burro o en camello, salen al paso la Tumba de la Seda que destaca precisamente por el color de su fachada, así como la Tumba Corintia se distingue por la bella combinación de sus elementos clásicos y nabateos. La de la Urna, que posteriormente fue transformada en una iglesia bizantina, contaba con una habitación inmensa en su interior, que quizás servía de triclinio para festejos funerarios.
Pero la mejor forma de recorrer Petra es caminando lentamente, con un buen repuesto de agua y un sombrero que proteja del implacable sol. Hay que reservar las fuerzas, porque en el tramo final espera la caminata de una hora hasta el colosal Monasterio, de formas parecidas al Tesoro, pero mucho mayor, una tortuosa ruta excavada en la roca, con más de 800 peldaños. Desde allí se domina el magnífico paisaje de riscos y quebradas y se vislumbra el impresionante desierto rocoso que rodea a Petra.
El recorrido puede llegar a ser agotador en las horas de calor intenso. Son pocas las sombras que nos ofrece la ciudad, pero en medio del camino había un árbol de pistachos, supongo que se llamará un pistachero, habitado por un camaleón nada sorprendido de nuestra presencia. Aprovechando la sombra del pistachero, un nómada había instalado una nevera para refrescos , otro misterio es de dónde sacaba la electricidad, y unas mesas de madera con bancos adosados donde valía la pena descansar un ratito.
Poco de lo que ahora contemplamos pudo disfrutar el primer occidental que penetró en Petra, el joven explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt, quien tardó tres años en labrarse la confianza de las tribus árabes que merodeaban por la zona, aprendió árabe, vestía como un beduino, se convirtió al Islam y adoptó el nombre Ibrahim Ibn Abd Allah...
Todo para estar un único día en medio de este paraíso y poder reflejar escuetamente en su diario: «Si mis conjeturas son ciertas, este lugar es Petra». Era el 12 de agosto de 1812. Las prisas del suizo tenían que ver con la desconfianza de sus anfitriones, pero también con su obsesión vital: todavía tenía que descubrir Abu Simbel y explorar la Meca. Hizo todo eso antes de morir con sólo 33 años.
En la explanada frente a "El Tesoro" el 12 de Octubre de 2008, un año después de la muerte de Luciano Pavarotti, y coincidiendo con el que sería su 73° cumpleaños, amigos del tenor italiano realizaron un concierto de homenaje cuyos beneficios se destinaron a los proyectos en Afganistán de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) y al programa de alimentos del mismo organismo. A iniciativa de la viuda del maestro, Nicoleta Mantovani, y organizado por la Reina Rania de Jordania, un grupo de artistas entre los que figuraban Josep Carreras, Roberto Alagna, Andrea Bocelli, Jovanotti, Laura Pausini, Zucchero y Sting se reunieron para ofrecer el concierto que se llamó "Salute Petra".
Había atravesado el Siq a primera hora de la mañana, siendo la primera en traspasar la verja, a las 8, y, aunque tenía dos días para visitar Petra no pude evitar intentar verlo todo. A la hora de recogerse (cierran a las 20 horas), estaba francamente cansada, así que el viaje de regreso por el desfiladero lo hice en calesa de caballos. Otra experiencia, y muy grata.
Al llegar al hotel, sin embargo, me esperaba una sorpresa que no me iba a permitir descansar: sobre la cama un vestido típico jordano y una nota “Te esperamos a las 21.00 en el hall del hotel vestida para la ocasión”. Había que hacerlo, evidentemente, así que una ducha rápida y de nuevo en marcha. Subimos al autobús convencidos de que nos iban a llevar a un sitio exótico a cenar. Apenas habíamos viajado veinte minutos, cuando el chofer paró el autobús en medio del desierto y el guía acompañante nos pidió que bajáramos pues “habíamos tenido una avería”. Cuando bajamos todos se apagaron las luces del autobús y nos quedamos totalmente a oscuras con no poca inquietud. De repente, como por arte de magia, se fue iluminando un camino frente a nosotros: un camino alfombrado sobre la arena y flanqueado por velas protegidas por unos conos de papel. Cómo lograron encenderlas simultáneamente es algo que todavía no he podido explicarme. Seguimos aquel camino sin ningún temor, entramos en un desfiladero estrecho que desembocó en
La pequeña Petra
Un caravasar, parada de caravanas donde eran inspeccionadas antes de entrar a la ciudad, que tiene sus propios monumentos igualmente tallados en la roca.
De noche, perfectamente iluminados, tienen mucho encanto.
Tras una estancia relativamente corta, en que escuchamos música clásica mientras degustábamos un aperitivo, deshicimos el camino andado de vuelta a donde nos había dejado el autobús pensando que nos llevarían a cenar a algún restaurante, pero... donde creíamos que
encontraríamos el vehículo lo que encontramos fue una zona alfombrada con mesas perfectamente montadas y un servicio excepcional... una asombrosa cena en medio del desierto, con lujos asiáticos, incluida música en directo, baile y hasta puros para quien lo deseara...
Una noche nabatea digna de guardar en el recuerdo...
Tras los dos días en Petra, siempre te saben a poco, nos dirigimos más al sur hasta encontrar el mar:
Aqaba
Le llaman Rojo, pero bien podría haberse bautizado como verde, rosa, amarillo, azul, naranja... tantos colores como la naturaleza ha derramado en estas aguas en forma de corales, plantas y peces. La puerta de entrada jordana al Mar Rojo, que comparte con media docena de países, es Aqaba, la única ciudad portuaria de Jordania y seguramente la más animada y frecuentada por los amantes de los deportes. Sus aguas cristalinas, la abundante vida marina y el agradable clima, la convierten en un destino ideal para el snorkel, el buceo y los deportes acuáticos durante todo el año.
Hace diez años se creó el Parque Marino de Aqaba que alberga el 80 % de las playas públicas jordanas y la mayor parte de los sitios para practicar submarinismo y bucear. En todo el parque está prohibida la pesca y se ha limitado el número de barcos. Se han construido embarcaderos para que los submarinistas y buceadores puedan lanzarse al agua desde allí en lugar de ir caminando sobre el coral desde la playa.
Encajada entre la montaña y el mar, Aqaba es el único puerto marítimo de Jordania conseguido a cambio de la cesión de amplias extensiones de desierto a Arabia Saudi.
Es la ciudad que Lawrence de Arabia conquistó a los turcos después de cabalgar varios días a través del desierto de Wadi Rum.
Aqaba, que ha crecido impresionantemente en los últimos años ofrece un mar cristalino, un radiante sol y buen tiempo todo el año, además de una gran oferta de actividades. Es el lugar elegido para las vacaciones de miles de jordanos así como turistas de otros países.
Y , ya regresando al norte, camino del Mar Muerto, nos detuvimos en:
Kerak
El castillo que los cruzados levantaron en Kerak es otro plato fuerte en el recorrido hacia o desde Petra.
Se trata de un castillo, que al caer en manos de los árabes fue cerrado durante 8 años y posteriormente reforzado, pero del que los terremotos, se encargaron de dañar la estructura.
Es una sensación fantástica recorrer el castillo por fuera y por dentro. Por fuera, a la caída de la tarde, las vistas de los valles que los rodean son espectaculares, al tiempo que las murallas comienzan a tener un tono fantástico para hacer fotos. Por dentro, impone recorrer sus galerías, que a poco que se le eche imaginación uno puede suponer como era la vida en estos sitios.
Para finalizar nuestra estancia en Jordania, pasamos dos días de relax completo en uno de los magníficos hoteles balnearios de
El Mar Muerto
Se acerca el final del recorrido por estas tierras en las que la religión, la cultura, la naturaleza y los humanos parecen haber conseguido una simbiosis contagiosa. En el camino hacia el Mar Muerto se cruzan lugares donde debieron estar Sodoma y Gomorra, las aguas en las que Cristo fue bautizado, el castillo en el que Salomé se encaprichó de la cabeza de Juan el Bautista, la cueva en la que Lot se refugió tras ver convertida a su mujer en estatua de sal...
Cuando se atraviesan los lujosos hoteles y balnearios en la orilla del Mar Muerto, con las impresiones bíblicas en la cabeza, y se penetra en sus densas aguas uno podría creerse el mismísimo Jesús y estar caminando sobre las aguas. Caminar, caminar, no, pero flotar como si no existiese la gravedad, leer el periódico o tomar una copa sin hacer el menor esfuerzo por flotar es uno de los milagros que están al alcance de la mano. Como cambiar de color como Michael Jackson pero al revés, gracias a los barros terapéuticos. Experiencias de hoy que ya probaron en su día Herodes el Grande o Cleopatra, entre otros. Ricas en minerales vertidos desde los valles circundantes, las densas aguas del Mar Muerto tienen además cualidades curativas. Había que probarlo todo, así que me embadurné con el barro y me metí en el agua densa, para comprobar que flotaba. Me habían avisado de que no me tocara los ojos con las manos una vez dentro del agua, pero lo hice... nunca he sentido un picor igual.. la salinidad es tremenda.
Sin embargo este prodigio natural corre el peligro de convertir su nombre en una realidad: un mar muerto con fecha fija, no más de cincuenta años. Cada año el punto más bajo de la tierra desciende un poco más, casi un 30% de su superficie original ha desaparecido debido sobre todo a que apenas recibe agua del estancado río Jordán, por la utilización de esa escasa agua para el riego o para fabricar potasa y por la elevada evaporación.
Para intentar invertir esta situación se ha proyectado la construcción del "canal de los dos mares" de 180 km. entre el Mar Rojo y el Mar Muerto. El objetivo es frenar la caída de agua, lograr recuperar los niveles históricos y, de paso, producir electricidad que alimente las plantas desalinizadoras que habría que construir en Jordania, Israel y los territorios palestinos. Así, cerca del 45% del agua trasvasada se convertiría en agua dulce. Sería el último milagro, éste de la mano de los hombres, en una tierra que parece propicia a ellos. Un milagro que requiere unos miles de millones de dólares, pero, sobre todo, la voluntad unida de pueblos vecinos empeñados en vivir en paz.
Y aquí terminó este viaje que para siempre guardaré en mi memoria... Os invito a realizarlo... y si lo deseáis, os acompaño...
Compras
Amman es la ciudad en la que podréis realizar todas las compras del viaje. Allí podréis encontrar todo lo que busquéis: jarras de arena del desierto, pipas para narguilé, dagas, camisetas, etc. Deberéis prepararos a regatear como locos. Eso sí, no compréis en el primer lugar sino que debéis pedir precios en varios sitios. Un lugar recomendado para las compras es el Hebrón Bazar. El dueño habla correctamente el español por lo que no tendréis problemas de idiomas. Está situado en la plaza del teatro romano. Hay numerosas tiendas de joyas, con precios prohibitivos. Un regalo muy típico que podéis traer son los pasteles (deliciosos).
De cualquier forma en casi todos los enclaves turísticos hay tiendas de souvenirs e incluso algunos ambulantes se os acercarán a ofreceros su mercancía. Yo compré collares de coral en Petra porque me resultó entrañable la niña que los vendía.